Mi sed de calor se acaba al sumergirme en mi alcoba,
mi alcoba se congratula por ser siempre su invitada,
mi buró es complaciente cada vez que lo atiborro,
con cuadernos y apuntes de mi pluma trasnochada,
porque no existen las noches en mi lúcida alborada.
Las cortinas deslucidas coloreadas con mis versos,
luces soles de oro y plata, solo letras con decoro.
El armario atestado de ropajes de mi vida,
lucen cielos cobijados con caricias y alboradas.
La pantalla es visionaria, inerme a mi mirada,
callada y ciega no me siente, no escucha, está callada.
El cielo que me acaricia en los mares de algodón,
infinitos en mi estancia y en el techo de mi almohada.
Justo al pie de mi ventana de cristales de colores,
nacen sobrias las caricias en el viento y mis flores,
descorriendo las cortinas penetra el sol alborada.
Ese árbol, confidente de mis letras, acaricia mis amores,
y se yergue al infinito como con alas doradas.
Mi estancia, encumbrada en espejos y cristales,
radiantes de luz etérea y tu sublime mirada.
Hortencia Aguilar Herrera -México-
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