2488
Llegó la luz, tocando en los cristales.
Era la más espléndida mañana.
Pero antes fue la noche y sus rituales
de mansa furia y religión pagana.
Fue avanzando el reloj, se hizo la prisa,
preciso fue partir, llamó el deber.
Y me llevé en el alma la sonrisa,
y el fervor en la piel, de esa mujer.
2489
Bostezos de la noche fugitiva.
Adelgazaba su éxodo el gentío.
Dormíase la luz en los balcones.
Ella y yo, sin embargo, a la deriva,
con voz de amanecer, y el doble brío
de una locura a dos, sin objeciones.
2490
Más allá de las normas y los credos,
en esa íntima zona luminosa
que sólo puede verse con los dedos,
allí te espero, descuidada esposa,
descalza de tabúes y de miedos,
y en plena desnudez voluptuosa.
Arde el vetusto código en la hoguera,
y dulce, dulcemente se adultera.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
Revista poética Azahar, nº 133
Hace 7 horas
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