sábado, 23 de abril de 2011

TEXTO


LA REVISTA POÉTICA AZAHAR, DE CONIL, ESTUVO EN LA I RUTA QUIÑONESCA

La Revista Poética Azahar estuvo en la I Ruta Quiñonesca representada por su coordinador José Luis Rubio que, tras felicitar a los organizadores, leyó, en la Peña Flamenca Juanito Villar, un poema, de Fernando, publicado en la Revista en Abril de 1990, titulado Manuel de Falla en “La Antequeruela”, la Oda al cante y un poema de su autoría.





MANUEL DE FALLA EN "LA ANTEQUERUELA"

Algo de pronto oí
recién echado el sol.
Aquello.
Lo que se escapa al orden de la música
porque es la misma música
y no su orden, necesario pero
ajeno casi a ella: sé
lo que digo,
lo que un instante oí, olvidé
y debo recordar. Muy poco y todo,
dos, tres compases imprevistos
que tal vez me conduzcan a cambiar el andante.
No temo extraviarlos
aunque se me hayan ido, y son, diría,
el leve cabeceo de esa rama
contra la cal del patio en sombra,
una memoria blanca o carmesí
de adelfos al azul, en la Alameda
de Cádiz, sobre el mar de la infancia.
O esta gota de luna temblando en el tazón
que ahora me traes callada,
hermana, Carmen.

FERNANDO QUIÑONES

IX

Aquella tarde busqué al sol,
lo busqué,
en la Caleta y lo encontré,
lo encontré,
jugando con el faro del castillo
mientras el agua saltaba
sobre las milenarias piedras.

Lentamente el sol cedió su luz,
la cedió,
al faro y este coqueto la regaló,
la regaló,
a las olas traviesas
donde nadaban caballas,
morenas, doradas y mojarritas.

Desde el espigón no sabía,
no sabía,
donde posar mis sorprendidos ojos,
no sabía,
si en el agua, en el faro, o en el sol
porque los tres me deslumbraban
con bellos y ardientes colores.

Atrapar no conseguí la luz,
no la conseguí,
porque sin continuidad jugaba,
sin continuidad,
en el alejado horizonte
donde el mar y el cielo
dejaban de ser dos para ser uno.

Se me escapaban los colores,
se escapaban,
y retenerlo era imposible,
imposible,
porque ni tan siquiera
quedaron impregnados en un negativo
que recordara el instante.

De nuevo volví a perder,
de nuevo,
el rayo de luz marina,
el rayo,
que dejándome solo en la oscuridad
me escondía en las sombras
la exuberante belleza del mar.

Unas gotas en las mejillas,
unas gotas,
traídas por el viento,
traídas,
me recordaron que a mis pies,
oculto en la acosadora oscuridad,
el mar seguía yendo y viniendo.

DEL LIBRO INÉDITO ATARDECERES DE JOSÉ LUIS RUBIO

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