Uno quisiera a veces
veinte gramos de alegría,
o diez de buena paz o de silencio
o quince, bien pesados de esperanza o de olvido.
hay momentos en que bastaría
que una dulce mirada
nos vendiera media vara de amor
aunque no fuera de la tela mejor,
y hay noches tan de isla
sin descubrir
que sólo nos contentaría
diez centímetros
aunque estuviera usada de ternura.
y hay mañanas así
de tan helada espina
molestando allá dentro
que uno pudiera sentirse feliz
si le diesen una sonrisa amable,
del tamaño de una moneda de centavo.
Armando Arzalluz Carratalá -cubano-español-
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