Cuántas veces tú y yo,
agobiados
por los avatares de las
circunstancias,
cerramos los ojos para
escaparnos
de la cruel realidad que
nos agobia.
Entonces sucumbimos al
el escenario
del laberinto, de nuestra
propia mente,
- como aquel viento, que
no trae melodías
y perfumes de violines
y rosas, sino
que regurgita, saña y la más
agria hiel,
en severa y amarga migraña.
Creo que de todo podemos
intentar escapar,
pero jamás del implacable,
severo y justo
juez, de nuestra conciencia.
Es entonces,
cuando solo navegamos
en círculos
concéntricos, cual zombies
errantes,
sin oficio ni beneficio.
En ráfagas de incertidumbre
vamos a la deriva,
entre bosques inexpugnables,
que llevan a todos,
lados pero a ninguna parte,
y a veces nos
perdemos entre la espesura,
de la más
absurda intrincada maraña.
Todos no vigilan y todos
nos maltratan,
sin más luces celestes
de auroras,
entre sombras adormiladas
de fantasmas,
las que adrede te envuelven,
atan y atrapan,
impidiéndote ver ésa luz al
final del túnel,
y que siempre hay una salida.
George Rivas Urquiza -Perú-
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