Este relato cuenta sobre, una mujer que, al comprender que ya le queda poco tiempo de vida, decide
abrirme su corazón y confesarme que ella ha tenido tres novios: el esposo, desde hace 58 años, el
David de Miguel Ángel, desde 1986 y el barranquero, el ave que conoció en una segunda o tercera
semana de julio, sin fecha exacta, porque al verlo: sufrió: ”la enfermedad del olvido”.
Los tres llegaron a ella, en diferentes épocas y diversas ciudades, su esposo desde que ella era una
adolescente de 16 años, en Cali; el David, cuando lo pudo apreciar en vivo y en directo, en Florencia;
cuando la cautivó hasta alucinar, y el barranquero, desde que la enamoró en una pintoresca
población del Valle del Cauca llamada: La Cumbre, donde vive su cuñada.
A diferencia de la imponente escultura en mármol del apolíneo David, de gran volumen y peso, su
animal favorito es un ave casi etérea, suave, de encanto inenarrable, como de medio metro y liviano,
nada que ver con las proporciones de la augusta escultura del maestro italiano. Por esto, quiso
narrarme sobre sus embelesos, con los contrastes entre ellos. El día que vio por primera vez a un
barranquero, se encontraba absorta divisando un atardecer vallecaucano, lleno de arreboles,
¡cuando de repente¡ la sorprendió la inefable belleza de un ave, que ladeaba su cabeza para mirarla
como su David y quedó petrificada de la emoción, y con el espíritu extasiado. Eran tales sus
esplendorosos matices de colores, que ella no sabía si seguir mirando su cabeza con esa gorra azul
clara que la rodea o el azul turquesa, que se torna morado en la nuca, desvaneciendo en verde
pasto, casi amarillo, o su majestuoso cuerpo alado, cubierto del más brillante y suave plumaje; con
su larguísima cola refulgente en gama de azules y con su plumas graduales terminando en forma
de raqueta, realzando su donaire. Se sabía observado y comenzó a menearse de forma pendular,
con tal brillantez en sus plumas, que la hechizó. Ella me cuenta, que los ojos de su tercer novio, son
rojos, maquillados de negro azabache, haciendo juego con su pico que es bastante grueso y fuerte,
y en contraste con el azul verdoso de sus atuendos. Conserva en su cuarto una pintura que le hizo
una amiga al conocer su devoción por él. Esos enamoramientos, ella los atribuye a ese perenne
interés por la exquisitez y la proporción del cuerpo, ya sea en el humano, en el animal o en lo
aparentemente inanimado.
No vive expuesto como el David a la mirada de todos, le gusta la soledad o se esconde en túneles y
barrancos, donde construye sus nidos inmediatamente después de aparearse. Ella investigó sobre
este sorprendente pajarraco y sus costumbres, pues a su esposo lo conocía hacía muchos años: al
David, en clase de historia del arte, y sobre este nuevo amor…. no tenía la menor idea, sólo que
podría verlo cuando fuera de visita a La Cumbre, toda vez que su tercer novio, habita en bosques
húmedos o en claros de bosque, por eso no es fácil tener un encuentro con él, aunque cuando sale
se engalana y muestra su imponente altivez.
Entonces, su cuñada hace de celestina, y cada que su animal preferido sale de su barranco, la llama,
para que pueda tener cita con él, así sea de simple observación platónica.
DORA LUZ MUÑOZ -Colombia-
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