Te quiero dar una sonrisa,
aunque mi alma acongojada,
mis puños apretados de dolor,
se van quebrando las uñas de la vida,
me van marcando una sola dirección,
pero yo te quiero regalar toda la fibra
de una suave manta de algodón.
Mis entrañas, envenenadas por esa brisa fresca,
que todo lo encona a mi alrededor,
enturbiada mi mirada,
envarado mi esqueleto,
no puedo encorvar mi vértebra sacra
para recoger los madroños de mi pubertad,
cronos me ha donado una mácula,
simientes que brotaron sobre mi cuerpo,
heridos mis macrogametos.
Mujer impía,
mujer sin lamentos.
La dádiva del tiempo me rasgó
todas las fuentes de aguas probas,
y sus rápidos menguaron,
mistongos, se torcieron
y no probaron la sal.
Un miserere en sus sepulcros,
canta una crestuda paloma,
muguete, lirio de los valles,
iracundos de mi suerte.
Los crisantemos declinados, a mi lado,
lloran sobre la tierra humedecida
ya por mis soledades,
comentos en mis sienes y en mi sangre,
verdades embozadas,
disonadas,
hastío y desazón
por malsonantes palabras.
Todas las ondas del mar no calman
este agravio en mi sentimiento.
Se quebrantan las cortinas
del cielo que me calma,
ni dístico ni cuarteta,
ni rimas ni versos,
harapientas mis palabras.
y aún así,
te regalan rozagantes,
mis labios, una sonrisa de amor.
MILAGROS RUBIO MAS
DEL CUADERNO DE POEMAS CELESTE
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