Ahora que el tiempo va trayendo sosiego
y que hallo cada cosa en su lugar
—cada cuerpo geométrico en su sitio
como en un test de inteligencia—, ahora
que cada sentimiento ocupa su baldosa
y lo que de mí me avergüenza se equilibra
con lo que de mí me enorgullece,
ahora —precisamente— me acuerdo
—ya casi sin dolor — de las miserias
que ayer nomás pensaba que tal vez
no iban nunca a concederme reposo:
el color azul gris de mi uniforme
de soldado, el amigo o la mujer
que traicioné, el amigo o la mujer
que a mí me traicionaron, la sonrisa
que alguna vez le di —por miedo— a un asesino
y la imagen de mi abuela que comía en silencio
la manzana de sus cien años de pobreza.
Sólo lo que a nadie le importa sino a mí,
lo que no he vivido y lo que siempre he callado,
lo que nunca conoceré ni escribiré,
lo que conmigo se muere: sólo esto me acongoja.
Guillermo Pilía
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