Con lo que me contaron creo que así fue mi nacimiento.
Gemido y llanto estremecen
un gastado y viejo catre
en una accesoria gaditana,
de una casa de vecinos,
con cocina y retrete comunes,
de un barrio que mira a un mar,
de rocas labradas por el agua
donde el ostión, el cangrejo,
la lapa, el erizo y el camarón,
se dejan besar por las olas.
Gemido y llanto ensordecen
una casa humilde
de un barrio gaditano
de calles adoquinadas e irregulares
donde el olor a pescaíto frito
que escapa por balcones y ventanas
se mezcla al de heces de perros y gatos,
donde los papeles se arremolinan en las esquinas.
Gemido y llanto en un barrio
donde la noche sabe a cante jondo,
a copas y a juegos de naipes,
donde la ironía y la gracia afloran en cada rincón.
Gemido que mueve el aire.
Llanto que juega con las olas.
Aire que acaricia las paredes
que perdieron su blancura
con el paso de los días
y de donde se desprenden trozos
de cal y arena.
Olas que calman el gemido
y hacen al llanto sonrisa.
JOSÉ LUIS RUBIO
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