Qué triste cuando la luz que ilumina un corazón se apaga.
Cuando cesa de pronto el intercambio de mensajes amables
y las palabras que salen de los labios son educadas pero suenan obligadas: «Buenos días, qué tal, tengo mucho que hacer, hasta mañana». Y pasan veinticuatro horas y se repite el protocolo del olvido.
Y uno se pregunta ¿qué pasa?, ¿en qué he fallado?, ¿por qué esa persona llegó a mi vida?, ¿qué buscaba?
Pero en el silencio de la noche me llega el rumor del mar, la ola viene, acaricia la arena seca y se va. Luego vienen otras. Así también las amistades. El mar no se seca nunca, y siempre está en movimiento. Como la vida misma. Siempre habrá un alma que te piense con cariño.
JUAN PAN GARCÍA -Puerto de Santa María-
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