La casa campestre se encuentra a la orilla de aquel pueblo rural, tiene las paredes forradas de madera; pisos vigas, todo con olor a pino en aquellas regiones tropicales; una tentación para las polillas, depredadores de la madera en las zonas húmedas. Su hábitat perfecto.
En la oscuridad de aquella noche sin luna, figuras como gusanos enormes, detrás de otro monstruoso gusano tres veces más desarrollado, se reparten cada costado. Sus ojillos brillantes degustaron el banquete, iniciaron la destrucción, sus dientecillos en la madera hacen un ruido característico, y provocan la salida de los moradores al ver su casa destruida. Tuvieron que correr. No así un anciano abandonado por la familia, quien fue incluido en el postre de estos insectos.
Fayo nació entre aserrín y maderas; las lijas y el martillo fueron sus juguetes. Mezclaba su teta con aserrín (como algunos bebes comen tierra), desde entonces lo olía y lo probaba, primero en pocas cantidades, hasta irlo mezclando con su leche.
Siendo niño diario hacía limpieza al taller; después ya pulía la madera, serruchaba y se escondía para comer aserrín; prefería el de madera suave, sin resina, lo mezclaba en su refresco. La madera es su elemento natural, sus componentes no afectan a su organismo, pero en su cerebro producían cambios; y su cuerpo adolescente emanaba el característico olor a pino que se respira en los aserraderos cuando el viento pasa entre los paquetes ya cortados.
Hombre joven, su pasión por la madera lo llevó a fabricar los muebles más famosos en la región teniendo como ayudantes a sus hermanos, que aprendían los rudimentos de la carpintería compartiendo la excelencia en el oficio. Se hizo conocido por sus excentricidades, seleccionaba la madera más suave y blanca, hacia sus reservas y a escondidas los cortaba en pequeños trozos y con dientes que se le hicieron fuertes y afilados, devoraba sus raciones de madera. Ignoraba que sus hermanos conocían su secreto, pero el afecto que le tenían los hizo ser discretos.
Creó un mueble que satisfizo sus exigencias como maestro carpintero, admiró su obra hecha con madera de la zona de Chihuahua. No quería dejarlo ir, era una cocina integral con vistas de aluminio en color chocolate. Cuando quedó montada, su cuerpo convertido en pequeña larva de polilla se adhirió a la suave madera. Con sus dientecillos escarbó hasta introducirse en la madera junto a otras larvas de polilla; impregnado de olores y sabores se hizo su vida intensa.
El tiempo de vida de una larva dentro de la madera de 4 años, pero Fayo empieza a hacer más grande el agujero donde se encuentra; el tiempo de salir aún no le llegaba. Tenía un año y su cuerpo empieza a crecer, tiene que hacer más grande su espacio. Sale de la prisión de la madera, seguido por un pequeño ejército de gusanos, pequeños pero capaces de devorar muebles en minutos. En temporada de lluvias las polillas son más activas, y se trasladaron a otras casas para, con sus colmillos amenazadores, al ocultarse el sol, ser la maldición para ese pueblo.
Los estragos de Fayo y su grupo se hicieron evidentes, arrasaron una casa a las afueras del pueblo, entraron a los hogares a devorar muebles, puertas, y si algún habitante de la casa se rezagaba, también lo devoraban.
Los hermanos de Fayo, salieron en su busca, mientras los encargados de la seguridad trataban de aniquilar a estos monstruos sin mucho éxito. Fayo se alejaba del peligro, hasta que fue encontrado por sus hermanos. Lo vieron convertido en una criatura con una desviación psíquica o metabólica; nunca se supo en realidad.
FÉLIX MARTÍNEZ -México-
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