La noche profunda iluminada por la luna, se enciende de fuegos.
Condenado en la muda prisión de mí conciencia, ya ciego sin ver, te miro.
Tu cuerpo desnudo brilla entre relámpagos, y rezo, por mi divino destino.
Siento que las estaciones del tiempo, están en tu cuerpo exultante.
Boca entreabierta, con tu aliento de fuego, me miras con lujuria y malicia.
Tu piel es el límite del infierno, cuando asiento mis manos en loca caricia.
Miro tus ojos de fuego y mujer, y en ellos leo tu ardiente deseo.
De amarme como un mortal, y tú, un ángel ansioso escapado del infierno.
Tu cuerpo se transforma en primavera, tú tibio aliento, en ardiente verano.
El verano está en tu abrazo y tu primavera la siento en tu beso inmortal.
Rojas llamas inundan mi vientre, tu cuerpo se aposenta en el mío, caliente
y tu boca murmura gemidos de amante, y me pides fogosa, mis cimientes.
La noche se agita en tierna congoja, y vuelan luciérnagas rojas.
Te agitas en el éxtasis cuando te llevas mi esencia y alma, en tu beso final
y te vuelves otoño cuando presiento todo el invierno en mi vida de mortal.
Me sonríes casi como un ángel y me acaricias, tus manos ardientes.
Suave perfume de mirra y de incienso dejas, cuando te alejas a tu infierno.
Y allí quedo yo, loco de amarte y desearte, y que me esperes en tu averno.
A pesar de arder en tus juegos,
y que me robes el alma,
eres la tentación que más deseo.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-
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