Cada trozo de día es una trampa,
un lazo puesto al pie del que camina mirando los relojes,
una red al que incita a romper la calma que conspira
para mutilar nuestras costumbres
y luego decir “disculpa,
no era mi intención robarlo todo,
solo transitaba hacia la nada
y por azar tropecé con tus manos perdidas
y toqué a tu puerta para ayudarte a escuchar al miedo.”
Cada trozo de día es una despedida,
otra forma de decir alivio,
agárrate al perdón de los violines
que pronto todo será pasado
y vendrán hasta el portal aquellos días
de los crueles festines y la multitud desconocida
y nosotros entre ellos
como si tuviésemos un rostro,
un camino, una vida.
Osmari Reyes García -Cuba-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 84
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