jueves, 30 de enero de 2020

DON TOMAS VERA


(Fragmento del artículo de 1915 Cleopatra)

     Me es grato recordar a mi profesor de historia don Tomás Vera, el hombre más bonachón y más simpático que ha venido a este mundo. Don Tomás Vera, con todo y tener que habérselas en clase con un batallón de demonios de todos tamaños y edades, tenía la rara sabiduría de no enfadarse nunca, y era tan hondo y tan sólido su conocimiento del corazón humano, que le gustaban más los muchachos desaplicados y perversos que aquellos de cara de sacristán arrepentido que no rompían un plato. Y era tan bueno y sabía tanto don Tomás Vera, que poseía el exquisito arte de quedarse dormido como un leño cuando más atascado estaba uno en una lección, para librarse él y librarle a uno de esa cosa terrible e idiota que se conocía entonces con el nombre de “mala nota” y cuya inevitable consecuencia era el castigo inquisitorial de “quedarse preso”.
     Don Tomás Vera, adelantándose a sus contemporáneos lo menos en un siglo, no le daba importancia alguna ni a la asignatura que enseñaba, ni a sus tareas, responsabilidad y autoridad de maestro; y sabedor, Dios sabe si por instinto o por reflexión, de que las cosas que se aprenden en la escuela se olvidan enseguida, y de que, en todo caso, es bueno que se olviden para que no estorben en el cerebro, tenía el buen gusto de aburrirse y aburrirnos lo menos posible con sermones y penitencias, y así fue como su hora de clase llegó a ser para nosotros una especie de oasis en el espantable desierto de la vida escolar.

Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera

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