viernes, 2 de septiembre de 2016

HOY DEBEMOS HINCARNOS FRENTE AL ALTAR DE LOS MUERTOS


Los que se cuentan por miles.

Este es un país incierto y de presidentes ineptos.

La desesperanza se disfraza en el culto
que se le rinde a la señora, la más flaca,
la de vestido y huesos blancos.

Ahora para algunos y muchos otros es la adorada,
la muerte santa. A quien ellos ahora piden… que los cuide.

Con la esperanza de que el día de mañana hallaran regreso
al hogar que a diario dejan en busca del pan que se roban
los que ahora los gobiernan.

Después de ver tanto dolor, le digo a aquél, que yo lo perdono,
por no decir y menos hacer algo en contra del suicidio de un país
entero que se encamina hacia el matadero; me atrevo a ello,
porque yo más ya no creo; y si, algo espero, es desterrar
del hombre la creencia mítica de la existencia de un ser supremo,
pues deberíamos caer en la conciencia de saber que, todos, nosotros
mismos lo semos.

Mas tratarlo de Dios, ni nombrarlo como tal merece,
ahora le denominaremos el gran ausente, el fraude primigenio y
miles de etcéteras que de él inventemos, porque al final y
al principio de cuentas, nosotros mesmos lo creamos y lo hemos
mitificado.

Del verbo lo hicimos de carne y algunos otros cuentos.

Lo dejemos que siga como el ermitaño; que exista encerrado
en su mundo, en donde no convive, ni lidia con los humanos.

El título que algún día le dimos más ya no lo merece,
lo que ha quedado demostrado en estos unos cuantos dos miles de años,
con una ausencia mortal en los momentos más necesarios.

GILDARDO CARRIÓN

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