El becerro de oro
se ha vuelto omnipotente
y se alimenta de dolor y lágrimas,
de sangre y barro,
de una alquimia maldita
que hace girar la rueda
de la vil maquinaría
que silenciosa, bombardea el mundo.
El templo está lleno de mercaderes
y no hay dios que los eche.
AMAIA VILLA
Publicado en Luz Cultural
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