Nadie todavía ha podido
avistar siquiera lo que deja
aturdida en el viento cuando
la lejanía ronda apuñalando
en silencio a la cometa de papel.
Menos cuando a revoltijos
y temporales, lloviendo a pedazos
la integridad del firmamento,
iracundo Vulcano irrito, delirante
en su ebriedad turba al barco de papel.
¿Quién sabe pues? si todo inmóvil,
ajada asimetría geométrica,
blanca o garabateada, muda;
qué sabe de trino matinal ni nidal,
está inerte la pajarita de papel.
Pero ella de ojos iluminados con rara
hermosura de piedra preciosa y única
con una melodía celestial, palabra a palabra
hilada dentro el mismo rocío natural, rutilante
así el POEMA se arrulla y arrodilla sobe el papel.
Su amanecer desbordando fontanas
abraza y levanta al caído,
cura las heridas más imposibles
allanan sus lágrimas a fuego intenso
porque tiene un corazón de papel.
Orlando Ordóñez Santos.
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