Mi madre azul y salada nació en un mar del sur, mar del plata. Subió desnuda las mareas y recorrió escondites de gaviotas que se perdían para olvidarla. Mi madre era azul en las noches, cuando me miraba oculta entre las sábanas. Mi madre era tristeza de millones y risa de puños firmes.
Cuánto le canté su azul, frente a las playas de mi barrio. Porque mi madre azul era la urgencia de los mares, el torbellino del cristal del cielo, el fulgor amargo de atardeceres y de arena. De ella aprendí la fuerza de golpear contracorriente, de ahuyentar la guerra tímida de las horas. Aprendí a cerrar el alma entre los dientes y a danzar en noches de fuego.
Mi madre azul de los secretos me desenseñó las mentiras, me suplicó una canción llorosa entre piedras y cales. Crecí viéndola irse, crecí apretando sus manos, crecí advirtiendo en sus ojos un don que no era mío. Y así le robé el aliento, sus olas y la difícil lágrima.
Todo mar que toco es ella. Toda sal que se hace vena en mis pasiones es su lenguaje desmedido y oceánico. Todo azul del cielo tiene su nombre. Madre querida, azul, Madre de plata. Quiero morir en tu vientre de agua.
Marina Burana
Publicado en la revista Arena y cal 211
No hay comentarios:
Publicar un comentario