Padre me acuso de ser pobre y,
por ello,
merecer la cárcel,
me acuso de comerciar con mis palabras,
de suplicar que me lean,
me acuso de orinar en las paredes
y poner mi firma en las meadas.
Padre me acuso de pertenecer
al grupo secreto de los miserables,
de comunicarme con los espíritus,
de vender ilusiones a precio de letras,
a digerir rápidamente
para poder correr.
Padre, me acuso de caminar
entre las pálidas sombras,
de mirar por la ventana,
de sobrevivir a las guerras nucleares,
de querer vivir.
Padre,
me acuso de ser libre,
en mi casa, en mi alma, en mi ser,
de confiar mi vida a mi tejado.
Padre, me acuso de soportar la música
de los raperos,
de madrugar para nada.
Padre, me acuso de brillar
en mi ausencia.
Padre: te acuso...
Julio G. del Río
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