Tu rostro, ante mi aliento, no se aleja,
y entremezclas el tuyo con el mío.
Su trabazón genera escalofrío
que a la vez nos sorprende y se festeja.
Danza de dos espíritus, pareja
que, aunque invisible, ensaya un desvarío
de pasos imposibles, y un tronío
de escarceos en íntima madeja.
El aliento es caricia, abrazo, beso,
y es palabra callada, que por eso
tanto dice y tan diáfana se entiende.
Dos alientos unidos, ya uno nuevo,
que ha recibido de ambos el relevo,
místico duende que al flotar se enciende.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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