No me importa convertir la pasión en pecado
ni que profano resulte una noche contigo,
por infiernos mi corazón caminará a tu lado
por tus besos soportaré si me dan ese castigo.
¡Qué condena tan dulce si ello es eterno!
que laceren mi alma tan solo por mirarte,
tendrán que desgarrarme hasta los huesos
porque ante ti, mis ojos no han de cerrarse,
ni mis manos en las brasas han de soltarte
si al menos sus cenizas cubrirán tu cuerpo,
la sutil frescura que siento al acariciarte
reavivarán mis deseos y aplacarán el fuego.
Castillos amorosos construidos con placeres
jamás se derrumban ni podrán incinerarse,
cuando el alma enamorara, de verdad quiere
no le importa vivir por siempre penitente.
Ramón Pablo Ayala (Argentina)
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