miércoles, 29 de octubre de 2014

TU CRUZ.


(Para Ibra, mi hijo)

-Mira allí.
Le dije.
-Si allí, sobre aquel monte, ¿no ves
una cruz?, ¿una gran cruz de madera oscura?
La vio.
-Aquella cruz fue de mi padre y mañana
será tuya, lo mio
es otra cosa.
Sonrió.
-Mi desdicha es saber hacer
que el viento camine a mi paso,
que las noches aclaren con mi pensamiento,
que las medidas se tornen excesivas,
que la palabra cobre vida.
Me miró.
-Pero tú, tú has de descubrir
hacia donde caminan los vientos,
cuan tenebrosa será la noche,
cuanto medirá tu felicidad
y qué palabras no deberás pronunciar.
Calló.
-Tú has de averiguar
quién conoce tu mirada,
quién escucha tu voz,
quién ama lo que tu amas,
quién decide que tú decidas.
Bajó la mirada.
-La vida es terrible en brazos
de un destino que tú no has decidido,
lúgubre si miras a tu alrededor,
sombría si piensas que la felicidad
ronda por las cercanías de tu casa,
apática si no la besas en los labios.
Cogió mi mano.
-Has de saber buscar entre basuras
a ese ser que será tu compañera,
has de tener en cuenta sus batallas
y tus guerras...,
sus mentiras y tus verdades,
tus palabras y sus silencios.
Suspiró.
-Mi vida es un destino entre mitades,
lo de dentro del bocadillo,
la paz entre dos guerras
y la guerra entre dos paces.
Me volvió a mirar.
-Pero tú,
tu has de ser tu camino
que sale del mío y nunca
regresará a él,
el recuerdo que te hará sabio,
la promesa incumplida de ser
más feliz,
más alto,
más inteligente
de lo que yo he sido.
Una lágrima surgió de sus ojos.
-Tú serás yo y serás
tú, cuando nuestras vidas sean sólo
tu vida,
cuando nuestro pan
sea sólo tu pan
y tú tengas que decidir
con quién compartirlo.
Lloró...

Julio García del Río

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