Escaló las montañas custodias del lejano horizonte.
En su apresurado exilio, le acompañó el bordón de acacias.
Desolación infinita, silencio colosal en el alma.
Bajo la lluvia de sales y cenizas de sus dos amadas,
quería convertirse en monje armenio ortodoxo,
elevar columnas de plegarias, desplomar los mismos cielos.
calmar humeantes suplicios de dolor encadenado
A sus pies lentos, cansados, pesados,
le aullaban las fatigas de impotencia.
El canIcular sol de crisol del medio día,
le hizo reverberar lágrimas de recuerdos,
sus esperanzas secas en oscuros misterios.
Ellas, amalgamas de su alma y cuerpo,
viajaron a la eternidad en tristezas de llantos,
¡cuando el cielo y cañadas se colorearon de púrpuras!
Asalto cruel, sin piedad…mercenarios sin escrúpulos
Violaron, asesinaron… apilando niñas, mujeres indefensas,
¡bárbaros malditos….compradas sus conciencias!
La levedad sin aromas de las cenizas y sales,
mancharon de luto su piel y su mirada,
cuerpo de arcilla diluyéndose abismos de fangos…
En los ocasos y auroras de todos los días y todas las lunas
Se escucha un triste … lamento
¡descansen en paz, ….adoradas mías!
Álvaro Álvarez Rojas (APRENDIZ DE POETA) -Colombia-
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