viernes, 31 de octubre de 2014

DEL TIEMPO, EL HAMBRE Y LAS PEQUEÑAS TRIBULACIONES.


¿Puede el hambre en su empeño
desterrando el lamento de tener sólo sus manos
agobiadas por los huesos que en la tarde la esgrimían
ser expansión de su enfermizo deseo?

¿Puede el pan iracundo de los días
dar de comer a toda sombra deshumana,
a todo canto de lúgubre artificio
en el cual las horas palurdas abren
para cada tumba su inmortal herida?

¿Puede el enlutado tiempo
ser fruto para cada espejo en cuyo decoro
como mesa invisible el manjar que nunca estuvo
su codiciada ausencia da de comer a quienes
regresando al fallecido desacierto sólo en el recuerdo
de los días existían?

¿Pueden los que próximos al banquete
y teniendo seguras sus indomables barrigas
llenas de azufre y lodo maloliente
dar sus bestias al deterioro de toda suerte
que los auspicia y sus nunca habitadas
tribulaciones para la noche desnutrida de los
calcinados cuerpos en perpetuo ayuno?

¿Puede el pájaro de fino canto
su abolido vuelo ofrecer a toda espuma
con que no basta alimentar el espacio
para el hambre abismal de la más emblemática caída
que soñando su suerte de estertor
lo glorifica en pleno vuelo?

¿Puede el temido silencio ser voz existencial
de los infortunios contra todo peso de callar
y ser palabra de un fuego para esa voz imitando
los más inaudibles quejidos?

¿Puede el hambre hablar,
comprender, vestir, calzar,
exhumar, abolir, agonizar, y ser cruz en el madero,
mortaza, aguijón, lamento,
cantera donde se queman los cuerpos,
sepulcro, enemistad,
y su más efímera ausencia en la mesa
repleta de los manejares que
la nada ofrece a merced de un ajeno tiempo?

Claudio Lahaba

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