ESPERAR es
sentarse a la puerta
remojando las barbas de la melancolía
en nubes que ya no existen,
pero que alguna vez fueron
esparavanes en labios sajados
de supurar los mordiscos
que no le dimos a la vida.
Esperarte es
equivocarme de camino
para no encontrarte,
para seguir tropezando.
Esperarme es
sentarte en la cuneta
aguardando a que broten
coronas de flores.
Esperarnos es
mirar como Magdalenas
indolentes, extasiadas
y drogadas hasta lo extraordinario,
al asistir a la crucifixión
de los pajarracos
que alguna vez volaron
dentro de nuestras cabezas.
Francisco Tomás Barriento Eusebio -Campofrío-
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