jueves, 9 de octubre de 2014

EL PUEBLO DE MI SUEGRA


Fui al pueblo de mi suegra,
habían dicho a las gentes de allí,
que yo era muy alto.

Lo primero que hicieron
los muy sádicos,
fue presentarme a la giganta del pueblo,
uno ochenta y cinco de alto
por uno ochenta y cinco de ancho.
Yo encogí mi uno setenta y cinco
entre pliegues de rubor.
Era el pueblo de mi suegra.
Algunas veces hablaban portugués,
decían fradiños y cafañoto,
en vez de judías y saltamontes.
A partir de ese día, me conocieron,
conocieron al del Ayuntamiento de Mérida.

Me invitaban a cerveza
y a lomo casero del bueno.

Me hablaban de usted
y decían que yo era muy corto
porque era de ciudad,
los del pueblo dónde había nacido mi suegra.

La perspectiva vital y los ritmos cardíacos
no eran la misma,
los mismos,
en el pueblo de mi suegra.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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