domingo, 2 de marzo de 2014

DESPEDIDA


No volverán mis manos a tus manos.
No volverán mis ojos a mirarte.
No rozarán mis dedos tus cabellos.
No gozarán mis labios tu epidermis.

Son demasiadas las balas disparadas.
Demasiadas las batallas que nos vieron
caer entre lamentos para no levantarnos.
Pocos serán los hombres que hayan de regresar.

Contra el sueño incendiado de la tarde,
rostros anónimos en el silencio yacen.

No hemos de regresar, que nadie espere
nuestras bocas de pan frente a la plaza
que una tarde lejana contempló la partida.
Nadie sobrevivirá cuando la noche
se nos trague entre metralla y fuego
y agudos alaridos resuenen por el bosque
sin herir los oídos de quien mueve los hilos.

Matando sin motivo, moriremos.
Muriendo sin motivo, mataremos.
Nuestras balas harán llorar a sus mujeres.
Te harán llorar a ti, mi amor, sus proyectiles,
mas no olvides jamás que el asesino
no es el soldado triste que dispara
sino aquel que le manda en la distancia
sin que impregne sus manos el olor de la pólvora.

Quiéreme si algún día recibes esta carta.
Sólo un minuto acuérdate del sueño compartido,
los alegres encuentros, las tardes, las caricias.
Después recuérdame sin una sola lágrima.
Mi sangre ya te busca desde el subsuelo fértil,
atravesando el cerco desolado de cenizas,
surgiendo renovada sobre la tierra estéril.

Del libro El horizonte traicionado de SERGIO BORAO LLOP


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