Vestido rojo, como la sangre,
en cascada sobre tus hombros,
cayendo, tu densa cabellera,
miro con indescriptible asombro,
tu piel blanca como la arena,
fina es de caribeña playa,
tersa, candente, y suave,
cuando en ella el sol desmaya.
Ojos, almendras preciosas,
alumbrando mí amanecer,
en un bello cuerpo de diosa,
de diosa hecha mujer,
todo a una enmarcado,
lo veo al escribir sobre amor,
para que tiemble, enamorado,
por este, este regalo de Dios.
Presiento, tu piel caliente,
como una ardiente hoguera,
donde el querer se anuda,
y solo, solo el amor queda,
en suspiro de candor,
duro como una estocada,
yo… yo me quedé mudo
ante tu tierna mirada.
José Prado -Estados Unidos-
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