No voy a presumir de desconocer otro idioma que no sea el castellano, pero no estoy dispuesto a avergonzarme por no hablar una lengua diferente a la de Cervantes. No lo voy a hacer a pesar de esa corriente “moderna” muy crítica con los que no hablan inglés, que es el idioma de las finanzas, de las comunicaciones y de, por qué no decirlo, del Imperio. ¿Que nuestros dirigentes no parlotean la lengua de Chespi? Habría de preocuparnos más que no sepan llevar al país por el buen camino y se limiten a destruir todo lo de bueno que teníamos; educación, sanidad, justicia…
La estupidez no tiene límites, y ahora se llama “couches” a lo que son entrenadores, y “talents” a lo que debería denominarse talentos. ¿No hay palabras suficientes en nuestro idioma como para inundarlo de extranjerismos? Será la moda, pero es una moda que deberíamos rechazar por eso, por ser moda.
Deberíamos preguntar a esos adláteres del bilingüismo (siempre con otra lengua, no con una de la piel de toro, que eso parece ser que no es tan interesante de defender) qué idiomas hablan, aparte del suyo propio, los Obama, Blair, y otros, tan premiados y tan elogiados. Nunca se les habrá visto hacerlo, o al menos intentarlo, salvo alguna frase mal pergeñada dicha en campaña electoral, o para agradar a oídos ingenuos.
Defendamos nuestro idioma, nuestra cultura. Sin exclusiones, por supuesto, pero sin consentir que nos impongan desde allende nuestras fronteras hábitos, conceptos, formas de vivir que nada tienen que ver con lo que sentimos los habitantes de la vieja piel de toro.
Francisco J. Segovia -Granada-
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