No es capricho, la muerte tiene un punto,
tiene un deber que no debe inquietar,
la madurez del hombre ha de bastar
hasta verse morir, ser su difunto.
Y llegados aquí, yo me pregunto:
¿Importa, cuándo, dónde, en cual altar
dejaremos el sayo para dar
nuestra cáscara amarga y su conjunto?
La muerte llega siempre y no se espera,
no es fácil pues decir: ¡soy preparado!,
al minuto final, desesperado
llega, nos descoloca, falta un grado
para admitir el hacha carnicera;
nunca el momento llega con agrado.
Isabel Díez Serrano. España
Publicado en la revista Oriflama 20
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