Alas vi nacer en mujeres hermosas.
Esfinges de forma rara
que ocultaban sus caras.
Caminaba detrás de sus sombras,
fina alfombra que proyectaban.
Ruido de amores
en lunas reflejadas.
Venus aconsejaba
no malograra los años
en placeres de aristas secas.
Fatuos los deseos
presos del albedrío,
querer y no querer
en cualquier momento.
Cobraron luz los cegados ojos.
El corazón hambriento
vi perder en despojos.
¿Dónde encontraré moza
que me brinde sus encantos
si ángeles de alas bellas
se alejan espantados
ante mis arrebatos?
Infernal tormento.
¡Ay! ansia ardiente,
en este mar del mundo.
Amaba todo.
Las amaba a ellas.
Savia de mieles;
sarmiento de amor,
sed en que me abraso.
Soy trovador de arpa y canto.
Sólo lamentos quedan,
en agreste y solitario llano
del barro que mi espíritu hace.
Espera de ruidosos amores
o mortaja de fría sábana.
Gorjean dulces ruiseñores.
Llora el alma mía.
Ecos finos en los oídos,
encrespados mares de sonidos.
Hueca risa de Dios a mi duelo.
Hembras dormidas en el éter
y yo, solitario Ser en la nada.
Ana M. Lorenzo.
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