Ahí está el maestro, en los medios,
digno, con montera, capote en mano,
por la vía dolorosa, del primer tercio.
Manos bajas y cadencia, de perfil,
sin cambiar rumbo, cita al toro y
este acude, a un lance no igualado.
Dando el pecho, se gira y vuela
pasando al toro por su lado.
Como alas de gaviota
planeando sobre el viento,
capote y hombre dan el rostro
igual que la Santa enseño de Cristo
el paño con que osó limpiarlo.
Vibran los graderíos
igual que en un circo romano
entre ¡Ole! ¡To.. re.. ro!
Y aplausos….
Que no hay lance más hermoso
ni en la fiesta, ni en la tarde,
donde la muerte aún no acude
escondida en los callejones,
sin burladeros que la engañen.
Del libro “Querencias Taurinas” ed. 2001
de Mayte Andrade-Benicarló Castellón-
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Hace 22 horas
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