miércoles, 4 de abril de 2012

CARNE DE ISLA

Yo morí,
no me enterraron
y al tercer día mi cuerpo floreció.
Después la lluvia,
a escurrirme la piel en los rostros que no tuve,
el rostro de los que vinieron a marcharse,
rostros por desolación
o por fastidio.
Duele tanto ser hombre,
o pez,
o nadie.
Duelen los sueños,
esa imagen que no volverán para acompañarme
frente al espejo.
Ya no creo en la resurrección
ni en el ojo de la aguja,
ya no en los que rezan
con migajas de pan entre los dientes.
En el traslado del alma
la luz puede corromperse como una ceremonia.
Todo cuanto me rodeaba se ha perdido,
todo viene y rebota contra mí
igual que los violines en el vidrio.
El día de mi muerte no supe la transparencia
y fui un cadáver triste,
roto,
agujereado por la ficción del miedo.
Pero los ríos me trajeron al mar.
Ahora soy una isla
y aguardo con impaciencia
la llegada del primer náufrago.

REINHARD JIMÉNEZ CAÑETE-Cuba-

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