domingo, 1 de abril de 2012

AVATARES


(I)

Destruye, alma, destruye. La balanza
se desnivela al flanco negativo,
y el horror de su efecto corrosivo
tu propia vida en confusión alcanza.

Momento es de derrota, y la venganza
colma el cáliz de un vino destructivo,
pero satisfactorio. No hay motivo
para el perdón. Ferocidad a ultranza.

Es la clemencia apelación del blando,
que, abdicadas las armas, va implorando
compasión a quien le hunde y le saquea.

Has perdido, es verdad, mas te mantienes
todavía de pie. No te encadenes
a tu propio abandono. Bombardea.


(II)

Amor es gozo, y amargura, y muerte,
aunque sólo aceptemos la alegría
de sus primeros pasos, la que ardía
en sueño azul. Que nadie nos despierte,

que si abrimos los ojos se convierte
la luz en sombra, el hoy en lejanía,
se apagará nuestra íntima armonía,
y el orden de las cosas se subvierte.

Fuimos itinerantes visionarios,
creyentes en Tabores, no en Calvarios,
y el mundo, inmóvil, era todo nuestro.

Y el mundo, de cristal, nos fue abatido,
mostrando su otro rostro, el del olvido,
que da al amor su aspecto más siniestro.


(III)

Llevamos en el alma un caballero,
Quijote soñador, enamorado,
cuya ciencia de amor se ha derivado
de libros de ficción, no del sendero.

Es frágil su armadura, y prisionero
de su fe y su quimera, su tinglado
no resiste al embate inesperado
de la objetividad, lo verdadero.

Los sueños tienen la infeliz tendencia
al desplome, perdiendo la inocencia
que los engrandeciera, al despertar.

Amamos, y perdemos, y sufrimos,
y, andantes caballeros, resurgimos,
lanza en ristre, dispuestos a luchar.


(IV)

Presagiaste el amor esplendoroso,
aprendiendo en los libros que es eterno,
incrédula de tanto desgobierno
como rige su mundo fastuoso.

No percibiste el clima borrascoso
gestándose a lo lejos, ni el invierno
del hielo inevitable, ni el infierno
de tortura interior, tan soledoso.

Ni el bolero acunándote el oído,
ni el soneto activando tu libido,
ni la ilusión durmiéndote la mente,

te hablaron la verdad, serena y cruda.
La vida exige una porción de duda
bajo el plan de que nada es permanente.


(V)

Te despiertas al golpe repentino
que parirá implacables desventuras,
y te desgarrarás las vestiduras,
maldiciendo lo humano y lo divino.

Y no ves que tu propio desatino
es fuente de tu mal. Tus quemaduras
son obra de las llamas prematuras
que encendiste a lo largo del camino.

No viste más allá de lo inmediato,
y el perenne, pletórico arrebato
que te auguraste, no fructificó.

Y ahora rasgas los libros fraudulentos
que te enseñaron a soñar, sarmientos
de la vid que plantaste y te cubrió.


(VI)

Germinarán de nuevo los rosales
que el viento imprevisible deshojara,
y alboreará otro día de luz clara
filtrando su arrebol por los cristales.

Si el canto del amor, y sus rituales,
tienen caducidad, si su algazara
torna en dolor, apenas nos separa
de hipotéticas músicas triunfales.

Son fugaces los actos de la vida;
la victoria es hermana presumida
de la derrota, y ambas se suceden.

Piensa, no más, en tu momento oscuro,
que ha de hacerse la luz, y en el más puro
que al fin se ha de enturbiar. Que no te enreden.


(VII)

La fe, mujer, tu fe te ha traicionado.
Tus sueños, y los libros que leíste,
te hablaron del amor, y lo intuiste
como diamante puro, rubricado.

Pero nada es perfecto, ni blindado,
en esta vida. El fuego que encendiste,
se extinguirá; la noche que se viste
de seda y luz alboreará en nublado.

Nada en la realidad se garantiza;
todo nace, madura y agoniza
como el lirio, la alondra, el vendaval.

Disfruta lo que tienes de momento,
consciente de que un látigo de viento
pueda quebrar tu euforia de cristal.


(VIII)

Dolor y amor, al mismo yugo uncidos,
tiran de nuestro carro, que si avanza
en arrebatamiento de esperanza,
lo frenan hipotéticos olvidos.

Ambos nos pertenecen. Los sentidos
no viven de uno solo, ni se alcanza
plenitud de intención si la alianza
no se forja por tres entretejidos.

Ama y teme a la vez que en tu futuro
se derrumbe tu plan. Nada es seguro
sino la propia inestabilidad.

Vida y libros ofrecen con frecuencia
vistas parciales, rasgos y apariencia,
y rara vez, entera, la verdad.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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