miércoles, 21 de marzo de 2018

IDILIO DE UN RAYO DE LUNA


Salí de la fiesta que mi familia y un grupo de amigos me organizaron, en ese lujoso salón. Tomé el volante del carro y me dirigí a casa. Regresaba un poco cansado pero feliz por el agasajo recibido. En el trayecto disfruté viendo la belleza nocturna de mi querido Veracruz. Me detuve en dos o tres ocasiones, casi en estado contemplativo, viendo como los hermosos rayos de luna acariciaban con su tersa luz todo el paisaje. Y sentí que uno de ellos me acompañó hasta llegar a mí destino.

     Una vez en casa me di un baño, preparé un café y jalé un libro pensando dormir después de la lectura. Momentos después apagué las luces, cerraba mis ojos y un reflejo me hizo voltear hacia la mampara de cristal que daba al jardín. Vi un rayo de luna que se movía en él como si caminara de un lado a otro. Me levanté y acercándome a la mampara  pude distinguir a través de la semioscuridad una etérea figura de mujer, cuyo cuerpo estaba rodeado por unas tenues nubes de colores apastelados. Sus pies flotaban sin tocar el pasto.

     Ella abrió los ojos y dos rayos azules surgieron de ellos, no pude sustraerme de tan magnética mirada que atrapaba todos mis sentidos, haciéndome estremecer de admiración y deseos por ella. Sus labios se movieron como queriendo decirme algo, pero volvieron a quedarse cerrados. Impaciente, le pregunté: ¿quién eres tú? Y ella siguió callada. Le volví hacer la misma pregunta, y continúo callada, pero alzó la vista al cielo. Entonces comprendí el por qué su enigmática belleza.

     Asombrado contemplé como su etérea figura se iba corporizando. Su piel se pintó de un nácar tan níveo que parecía de porcelana; sus labios de un rojo escarlata, y su mirada de fulgurante zafiro. Desaparecieron las tornasoladas nubes que abrazaban su cuerpo. Sus pies hollaban el césped, dejando sus huellas como brillante escarcha.

     Avanzó hacia mí y me plantó un beso en los labios. Me embargó de indescriptibles emociones que llegué a ver astros y estrellas, como si yo volara en el firmamento. Le respondí con frenesí el beso y ella puso uno de sus finos dedos sobre mis labios, logrando adormecerme. ¿No sé qué tiempo haya pasado?, pero recuerdo que ella con una voz celestial entonó unos dulces cantos, los cuales me hicieron vivir fantasías amorosas a su lado.

     Desperté acostado sobre el pasto, volteé a buscarla sin hallarla. Un nuevo rayo de luna me hizo voltear la vista al cielo y ¡Dios mío! La vi a ella recostada... sobre la esfera de la luna.

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

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