Propósitos nuevos, o viejas promesas que nunca se han cumplido; mejorar lo mejorable; enmendar los pequeños defectos porque los grandes -esos que siempre nos acompañan- es casi imposible; terminar aquél trabajo que nos marcamos, o dejarlo definitivamente en el cofre de los sueños rotos.
Pasamos por el tiempo como un viento a través de los pinares. Apenas dejamos otro rastro que unas huellas en la arena de esa playa que es la Vida, en mayúsculas. Somos un grano anónimo en una infinitud de desiertos. Pero que nadie se engañe: no es la tristeza, ni la melancolía, la que hablan por mi boca, sino la conciencia, clara, abierta, diáfana, de que vivir es lo importante, y aprovechar el momento, fundamental. Demás añadidos, luces de candilejas, pueriles adornos, honores, carne, materia, no son sino el barniz, la capa vacía que es la primera en caer una vez llegada la Noche Eterna.
Lo que queda, lo que hay, es lo que somos: el recuerdo que la memoria retiene como paño de oro. Vivimos lo que recordamos, como bien dice Gabriel García Márquez. Vivamos para recordar.
Francisco J. Segovia -Granada-
DE FACEBOOK - 6187 - UN POCO MÁS ARRIBA DE LA PICOTA
Hace 20 horas
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