domingo, 1 de mayo de 2011

POEMAS Y TEXTOS

AL ENTRAR

Al entrar al camposanto
saludé a mis muertos vivos
y mis muertos vivos eran
sentimientos malheridos.
Pedí auxilio a mis fantasmas
y no me dieron auxilio.
Supe que yo no era yo.
Dios me dio al fin por perdido
y perdido di yo a Dios.
Entre en el reino del Limbo
y decidí suicidarme.
Dios se suicidó conmigo.

VACAS AZULES

Vacas azules y praderas blancas.
¿Quién dijo cielo verde y nubes rosas?

Pensando en ti acaricio el horizonte
y un libro semiabierto
me invita a la lectura de versos musicales,
aún no escritos, del siglo XXII.
Los amigos perdidos de mi infancia
se ríen de mí y afirman que soy un pobre loco.

Vacas azules y praderas blancas.
¿Quién dijo cielo verde y nubes rosas?

Pensando en ti retorno al caudaloso río
de tus jugosos besos y nado envuelto en luz
hacia tu orilla de tierna y fina arena enamorante
y enamoradamente enamorada.

Vacas azules y praderas blancas.
¿Quién dijo cielo verde y nubes rosas?

Pensando en ti la vida en pleno canta
por las sonantes huellas de mis dedos
eternamente jóvenes y el futuro es presente,
y el hoy y el ayer se unen en el mañana
y yo, que ya soy tú, me integro totalmente
al padre sol y soy contigo sol, y somos sol.

Vacas azules y praderas blancas.
¿Quién dijo cielo verde y nubes rosas?

Sin duda que fue el loco que soy yo,
al tiempo que la loca que eres tú
sencilla y locamente sonreía.

ALGUIEN

Alguien con quien llorar.
Busco y busco
alguien con quien llorar.
Quiero llorar a mares.
Quiero y quiero llorar.
Quiero llorar con alguien
y, ese alguien, amor,
amor mío, eres tú.

AÚN

Aún no aprendo a vivir
y ya no tengo vida que vivir,
la vida se me ha ido,
se me ha ido la vida
y aún no aprendo a vivir.

HE DESPERTADO...

He despertado hoy
y apenas si recuerdo
un sueño malherido,
un sueño que soñaba
y soñando creía
que sería realidad
y ahora apenas si es
un sueño que agoniza
y sabe que muy pronto
acabará perdiendo la memoria
y vagando sin norte
por las inmensidades del olvido.
He despertado hoy
en mitad de mi vida
y sin mi vida
y haciéndome preguntas
que no encuentran respuestas:
¿Acaso sabes tú
adónde van los sueños
cuando uno despierta?

ELLAS

Ellas, bellamente invisibles,
no me abandonan nunca.
Ellas están aquí, suaves, amorosas.
Nunca jamás violentas,
generosas y dulces,
flotando en armonía,
fieles, fieles, muy fieles, fidelísimas .
Que lo invisible nunca nos engaña,
como suele engañarnos lo visible.
Que en verdad lo invisible
es lo único real.
No hay más fuerza real
que lo invisible,
poderoso poder que jamás cambia
y cambia, instante a instante,
desconcertante paradoja,
todo aquello que creemos visible.
Ellas, bellamente invisibles,
no me abandonan nunca,
que ellas son el hogar
donde he vivido siempre
y vivo y canto ahora
y siempre viviré;
pues son ellas la vida
y aunque visible en todo,
son porque son y son
lo sagrado invisible,
que mueve la energía y la poesía
invisible y sagrada
que mueve a la Creación,
en constante y radiante movimiento.

FLOR ÚNICA

La acariciadora y preciosa palabra.
La palabra, hiriente y desgarrante.
La flor de la palabra.
La palabra, más allá del color.
La palabra, su irresistible aroma
en prodigiosa acción transformadora.
La palabra, su potencial hipnótico.
La palabra, la palabra,
¡flor única!

FRENTE A FRENTE

Tu cielo de nubes blancas.
Mi trigal de espigas verdes.

Cerré mis ojos. Cerré
los balcones de mi mente
y vi a Dios y Dios me vio
y nos vimos frente a frente.

La luz soñaba en el aire.
La sed cantaba en la fuente.

HOMBRE DE TIERRA Y SOL

Hombre de tierra y sol, de lluvia y viento;
materia deleznable y traicionera.
Hombre que como el mar se desespera
y ola a ola se agita en su elemento.

Hombre de dolorido pensamiento
y de sombra cansada y pordiosera.
Hombre que tercamente persevera
en cerrarle la puerta al desaliento.

Hombre que contra el tiempo imponderable
inventa el vino azul de la poesía
contra la inmensidad del sumo abismo.

Hombre, rara criatura inexplicable
que trata de explicarse cada día
lo que es inexplicable: el hombre mismo.

JUAN CERVERA SANCHIS

ISAAC ALBENIZ, SU VIDA, SU MÚSICA

Por Juan Cervera Sanchís


El mes de mayo fue decisivo para Isaac Albéniz. Nace el
día 29 de dicho mes del año 1860 y muere el 18 de 1909. Su
venida al mundo fue en Camprodón, Cataluña, España. Muere
en el balneario de Cambó, Bajos Pirineos, Francia. Al morir apenas
contaba 49 años de edad.
Fue un niño prodigio. A los cuatro dio su primer concierto
en el Teatro Romea de Barcelona. El público, impresionado,
lo aplaudió largamente y, a partir de entonces, se comenzó
a hablar de él con viva admiración y asombro.
Dos años después, Albéniz, al que llamaban “El Niño Pianista”,
es llevado a Paris.
Su padre solicita su ingreso al Conservatorio.
Se le declara inmaduro y se le considera demasiado niño por
lo que no es admitido.
Regresa a Barcelona. Su padre, que se ha quedado sin trabajo
en la Aduana donde era administrador, hace una gira con Isaac
y su hermana Clementina, al igual que él superdotada para la
música, con lo que obtiene dinero suficiente para sacar a la
familia adelante.
Gracias a Isaac y Clementina no falta el pan en el hogar
de los Albéniz.
Cuando Isaac alcanza la edad de ocho años su padre decide
trasladarse a Madrid con su querido hijo y el resto de los suyos.
Ahí logra que lo admitan en el Conservatorio, aunque poco
después el niño se escapa del mismo.
Su padre opta por respetar la decisión de su hijo y recorre con él
toda España.
Isaac toca el piano en cafés y casinos y es admirado y aplaudido
por toda clase de públicos. Durante ese viaje comienza a soñar
con dejar España y conocer América.
Consigue salir de la Península Ibérica secretamente en un barco
mercante.
Es así como desembarca en Puerto Rico. De ahí se traslada
hasta Argentina. Actúa en Buenos Aires, donde causa admiración
entre los melómanos. Viaja a Cuba, país del que se enamora,
y donde suma y suma más y más éxitos.
Visita Estados Unidos donde continúa cosechando triunfos.
En 1880 llega a México, donde las clases ilustradas asisten
a sus conciertos y se entusiasman ante su indiscutible genio.
Antes de todo esto Isaac Albéniz pasó mil fatigas, hasta el
punto de que en más de una ocasión tuvo que dormir con su
padre en la calle por carecer de medios y no poder pagar
un cuartucho en un miserable hotel.
Tras aquel primer viaje por el Nuevo Mundo decidió retornar
a Europa.
En Londres logra presentarse como pianista y le sonríe el
éxito. Es contratado para tocar en Alemania. Ahí recibe clases
de dos notables maestros: Jadassohn y Reinecke en Leipzig
Un tanto agotado de ir de un lado para otro retorna a España.
Tiene suerte. Recibe ayuda del conde de Morphy, quien consigue
que el rey Alfonso XII le otorgue una pensión para que pueda
estudiar en el Conservatorio de Bruselas. Allí estudiará durante
tres años y obtiene el Primer Premio con Gran Distinción.
Posteriormente irá a Budapest, Wismar y Roma y vuelve al
Nuevo Mundo: México, Cuba y Argentina.
En 1883 contrae matrimonio y radica en Barcelona donde
era muy estimado.
En 1888 obtiene relevantes triunfos en la Exposición Internacional
que se efectúa en Barcelona.
Retorna a París y va de éxito en éxito dando conciertos por
Inglaterra, Alemania, Austria... Vive en Paris y en Londres.
En esta última ciudad se hace amigo del banquero Francis
Money-Couts, quien por cierto, aunque parezca raro hoy, era
poeta. Éste le designa una pensión a cambio de que le ponga
música a libretos escritos por él. Fue así que Albéniz escribe
sus mejores obras.
En 1906 se instala en Niza, Francia. Ahí escribe nuevas obras.
Entre ellas su célebre Suite Iberia. Es a partir de entonces que
se ve resquebrajada su salud.
Se presenta por última vez en público en Bruselas el año
de 1908. Un año después muere en Cambó.
Fue una lamentable pérdida para la música. No obstante su
prematura muerte, Isaac Albéniz, nos legó una extensa e
importante obra.
Baste recordar sus zarzuelas “Catalanes de gracia” y “El
anillo mágico”, por citar solo dos. No hay que olvidar, pues
de hecho son inolvidables, su oratorio “Cristo” y “Serenata
morisca”, su “Capricho cubano” y, naturalmente, sus cinco
piezas llamadas “Cantos de España”, sus “Mazurcas de Salón”,
sus “Pequeños valses”, sus “Caprichos andaluces” y tantas y
tantas otras composiciones suyas.
Vivió en realidad pocos años, pero su obra fue abundante y
magnífica y siempre nos seguirá acompañando con reiterado
embeleso, pues embelesadora es la música de Isaac Albéniz.

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