miércoles, 18 de abril de 2018

VERDE RESURRECIÓN


Su poder eran tan extraño…

Cristalina lucía tan común como cualquiera esos seres que simplemente, son multitud. Solía pasar la vida escondida en su habitación, viendo a través de la ventana el pálido resplandor del tiempo, dormido tal hoja caída en el medio del jardín.  Su relación con la pureza del amor era tan simple como complicada, estaba representada en su  hamster, una delicada mascota cuyo cuerpo era suave y delicado como si fuese de espuma. Una noche de holocaustos, el hamster,  murió… ¡Cristalina no lo podía creer! Tomó en sus manos aquella inerte esponja y comenzó a mirarla tan fijamente que sintió vapor salir desde el fondo de su pecho, brotando fuego por sus ojos y bajo lanzas de lava,  atravesaron el frágil algodón que yacía entre sus manos. Inesperadamente, el hamster inició una opresiva rotación, se retorcía mientras iba cambiando de color, del beige al azul, luego de índigo y finalmente, se transmutó en un organismo verde y convulsionado ¡Temblaba como una aceituna dentro de un martini! sacudiéndose con ansia el horror de la muerte versus la esperanza del retorno… La magnitud del alboroto hizo que su padre, borracho del típico tópico, entrara enfurecido, presenciando semejante espectáculo.

-¿Qué es eso, Cristalina?- comentó, espantado.

La niña detalló lo mejor que pudo la magia de un instante que ni siquiera, ella misma comprendía, el padre se puso furioso, dio alaridos, golpeando la ventana con tanta ira que los pedazos saltaron, inundando los rincones con el brillo robado de la luna. En su demencia rebosante, de hilos púrpuras recorriéndole el antebrazo, exclamó.

-¿Qué clase de locuras estás haciendo? ¿Cómo? ¡Ese bicho! Que barbaridad, esas son cosas del mal, además ¿Qué utilidad puede tener regresar de la muerte si el asunto, nos convierte en un algo tan verde como una alcaparra?  No existe manera de dar utilidad a tus brujerías, como si no hay ya suficientes anormalidades en el mundo ¡No quiero que lo hagas nunca más! – y sin dejar espacio a ningún comentario- lanzó a la criatura por los agujeros del destruido ventanal.

Cristalina lo vio volar en cámara lenta, abrió la mandíbula pero no habían sonidos y  escuchando con tristeza, de esa que fulmina, sintió los huesos del recién nacido, fracturándose contra una piedra, chasquido a chasquido, lágrima tras lágrima… Considerando que el animal contaba con dos muertes y vida y media, su definitivo final, fue triplemente desolador. Ante de salir,  el hombre la agarró con los hombros y con la fuerza del odio, la tumbó contra la cama y gritando, se fue

El tiempo transcurrió con la velocidad de un gusano atravesando la autopista. Una mañana luego de su interminable castigo, ya adolescente, decidió salir a caminar, se adentró en el campo perdiéndose en el vació del sendero, abstraída al punto de ya no ver nada. Una estruendosa explosión colisionó justo delante de su próximo paso, un enorme cuervo tan gordo como un cerdo, se desplomó mirándola fijamente mientras los hilos de la vida, se extinguían ¡Cristalina no pudo evitarlo! se acercó y lo abrazó, sintiendo nuevamente esa energía inquebrantable, salir de sí. El cuervo se infló como un huracán, irradiando luces de mil colores, el abanico de sus alas se hizo tan gigante como bello, cada pluma, un rocío, el pico de plata, los ojos granate, pupilas de Sol ¡Era perfecto! No solo verde sino multicolor anunciando el arcoíris del ave del paraíso, se puso en sus patas de nácar y como un Dios, despegó vuelo saltándose al universo ¡La absoluta belleza de una muerte, vencida!

En el pueblo comenzaron a tejerse historias sobre un prodigioso pájaro de iluminados halos y acrobacias de ángel. El padre de Cristalina, sospechando, la interrogó mil veces, amenazándola con meterla en un internado y ella, que había aprendido que no todos soportan la verdad, siempre mentía, negando su participación en la creación del mito.

Una noche de tormentas y tifones, de truenos e inundación, el padre de Cristalina, ya enfermo y desgastado, postrado y destruido, sintió el eco de la guadaña tocar su ventana, desesperado, gritaba, llamándola….

-¡Cristalina! ¡Ven! ¡Ven!

Arribó llena de ausencias, con esa habilidad que da conocer lo desconocido, supo que en esos ojos el fin rondaba sus sentencias… En el escenario de la agonía, el padre, imploró…

-¡Haz lo que sabes hacer! No dejes que muera, así regrese deforme y verde, así tenga como manos, un par de espadas o me cubra el pelaje de una vaca ¡Perdóname!

Del pecho de Cristalina no goteó ningún color. Desde el fondo de pupilas, una sombra helada transmutó al gris, dejando que la lluvia se llevara sus destellos…

Scarlet C

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