jueves, 26 de abril de 2018

DESDE EL TABURETE…


Fue que al conocerte
supe de ti;
algo en mi desconocido.

Mostraba tu cara
una no disimulada atención;
reía todo cuanto decía.
Era como si quisieras
acoger mi voz
en lo más profundo.

Pude darme cuenta
a través de tu mirada,
que seguías cada palabra,
cada coma
que yo disponía.

Tenías expresión de niña;
pero niña veinte añera
en quien uno confía
de sincera compañera:

¡Ojos de porcelana!,
dando color de miel
a tu dulce mirada.

Labios sensuales
de seductora sonrisa,
ladrona de sentidos
cual tentación deseada.

Eres un libro abierto
que, a través de tus ojos,
dejan su lectura al descubierto.

Era mucho el contenido
que me hablaba de ti
como si tal cosa.

En la expresión de tu boca
pude ver reflejada todo el ansia
que la ilusión provoca;
las sonrisas la delataban
y tus ojos complacidos y risueños
así mismo lo anunciaban…

¡No fue ósculo de afecto
sino el beso perfecto!,
…solitario y ardiente,
de labios húmedos y frescos,
en los que el amor
está presente:

¡Beso cuyo comienzo
ya nunca se acaba!

Labios de amor
en guerras curtidos
tras mil batallas
que, para ser conquistados,
mantuvieron en mí
lucha desigual.

Sin resistencia alguna
me entregué en alma,
corazón y vida,
dejando de ser rival:
¡Cómo iba a olvidar
que una vez
que clavaste tu mirada en mí,
la mía te quería besar!

Desde el taburete
del estrecho bar
supe, tan solo verte,
a quien quería besar:

¡A tal beso tal suerte!...
que, por robarte otros,
viviré para llenarte
de amor entre nosotros.

Aunque errante vaya por la vida,
por saber algo de ti,
sabré del beso que, por deseado,
ya nunca jamás se olvida.

Me ahoga su recuerdo
y me confunde hasta el instinto,
que cualquier otro por recibir
por siempre ha de ser distinto.

Jamás tal beso podrá repetirse,
al ser ese primero tuyo
el que grabado en mí,
se quedó para siempre.

Paco Aguilar i Espada

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