Déjame escuchar el ruido que viene de la noche,
como caballo a galope tras una estrella enloquecida,
no me pongas de frente los sonidos que rompen
con el rumor del viento en mi piel enardecida.
El ruido terco irrumpe al borde del abismo,
a galope, el amor calla, no dice nada,
vuela con huesos y cadenas hacia el olvido
con la ceguera indefensa de la infancia.
Deja que yo te ame, sobre un caballo
que a fuerza de la sangre se desboca
navegando en el aire como fugaz rayo
con el vértigo que me ata y me provoca.
Y después, ataviada de pasión indomable
disolver el amor en ráfagas de fuego,
partículas de este espíritu que hoy arde
en silencio o a gritos, en mi sueño.
Isabel Domínguez Castro -México-
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