Son las tres y media de la madrugada.
No te permites un respiro; todavía falta mucho por hacer. Bebes un poco de café (cuarta taza) y regresas los dedos sobre el teclado para continuar tu faena.
Usas tus viejas indexaciones, el password de préstamo forzoso para consultar la base de datos por acceso remoto y pruebas suerte. Otra vez nada.
La pieza final para el artículo levantarronchas que debes entregar a las ocho de la mañana se está yendo a la mierda. No esta noche, nena. En el momento de lucha desenfrenada por conservar los efectos de la cafeína recuerdas a Tor. Ya escuchaste hablar de él, incluso antes de que tu colaborador
habitual, un yonki víctima voluntaria de las anfetas, te copiase el programa crackeado. A esta hora, qué coño. Lo ejecutas y ordenas la búsqueda, para quedar maravillada ante lo que Tor con su logo de cebolla picada muestra en pantalla. Ni siquiera con tu base de datos o las indexaciones habías llegado tan lejos. Sorbes lo último del café y te dedicas a repasar las nuevas URL con hambre de información.
Llegar al final siempre ha sido tu meta como periodista, mantener tu blog al día con noticias que ninguna editorial sensata se atrevería a rastrear. “Sigue las bitcoins y encontrarás a los culpables”.
Te dijo tu informante, una semana después apareció colgado en una maloliente habitación de motel.
Ahora frente a tu mesa se acumulan los perfiles y las líneas de colores se van perfilando y una gran red de finos hilos cubre la nación como una de las horripilantes criaturas de la red que siempre has perseguido. Pero los testigos se hace cada vez menos locuaces y tu última entrevistada estaba atada a
una de cama de hospital. Hoy la red está más amigable, hay mucho link que no lleva a ninguna parte, eso y los controles de los servicios de seguridad que pululan tras los más oscuros videos, esos que
liberan nuestro monstruo interior y haces la pregunta clave en un chat: multi-encriptado ¿alguien tiene el The Walrus vals? Y tras desechar capturas de pantalla y fakes aparece un formato solo de sonido (mp3) titulado simplemente Walrus. Y descubres aterrorizada que es tu propia voz que grita aterrorizada.
Malena Salazar Maciá (Cuba)/
Ricardo Acevedo Esplugas (Cuba)
Publicado en la revista digiral Minatura 148
No hay comentarios:
Publicar un comentario