Háblame al oído de tus cuitas terrenas secretas,
cuéntame los misterios de tu alma, de tu cuerpo
lleno de sensualidad, de tu espíritu cargado de
bondad, de buenas palabras y hechos verificables
por los demás. Susúrrame en soledad tus
problemas mundanos que no te dejan dormir, ni
descansar, que te angustian y te producen un estrés
y una ansiedad galopante.
No huyas de los problemas como un perro con el
rabo entre las piernas, enfréntate a ellos con
dignidad y elegancia, no dejes que nadie te
margine, ni te discrimine por el color de tu piel,
por tu discapacidad física o mental. Sé
políticamente incorrecto cuando sea necesario y
políticamente correcto cuando quieras conseguir
algo, un sueño, una utopía, la sociedad tiene sus
reglas legales y hay que acatarlas, nos gusten o no,
así es el estado democrático, donde se debe
respetar a las personas y si alguna persona
discrepa y se marginan sus derechos sociales hay
procedimientos administrativos y judiciales para
resolver cuestiones de índole legal y la Justicia
ampara a todos los ciudadanos por igual.
Háblame de todo lo que quieras, de lo
humano y de lo divino, te puedes desahogar
conmigo, yo siempre te escucharé y si deseas que
te dé mi opinión también te la daré y si quieres
que permanezca callado y guardar tus secretos así
lo haré y seré una tumba y a nadie se lo contaré,
mientras tú puedes seguir con tu monólogo,
porque nosotros no tenemos una comunicación
verbal a dos bandas, sino que con tu verborrea
intelectual no dejas hablar a nadie, te crees con
poder y piensas que siempre tienes razón, eres un
engreído, por favor bájate de esa “nube” ficticia
que te has creado y abre tu corazón a tu sociedad,
escucha sus mensajes, opina, discrepa, pero sin
acapararlo todo, sé consecuente y condescendiente
con los demás y baja de tu “olimpo dionisiaco” y
relaciónate con los humanos de a pie y jamás me
vuelvas a hablar al oído en secreto, con mentiras,
falsedades y gilipolleces…”
Rafael Bueno
Publicado en la revista Siembra 96
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