Recuerdo aquel instante en que te vi,
tan hermosa, Dios mío, tan hermosa…
Ni el candor perfumado de la rosa,
ni la aurora que vive para ti…
Ni el mágico fulgor del colibrí…
Ni la luna insinuante y glamurosa,
habrían ataviado, otra cosa,
que no fuese tu boca de rubí.
Una foto instantánea en mi memoria,
congeló para siempre aquel momento
de asombro, de desmayo, de ilusión.
Tus encantos tallaron esta historia,
con la fuerza y la luz de un sacramento,
que graba para siempre el corazón.
FEDERICO SERVANDO RODRÍGUEZ
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