Ese beso, ése, no me lo des.
Guárdatelo donde no lo sienta.
Escóndelo entre las nubes grises.
Húndelo en las incoloras aguas.
Ese beso, precisamente ése,
no lo quiero porque su frialdad
invisible y acosadora
me conduce a la eterna soledad.
Ese beso, concretamente ése,
antes o después, mañana o pasado,
lo sentiré en la frente,
en el corazón y en los labios.
Ese beso, sólo ése,
me privará de la luz y del color
inundándome de acusadoras sombras
que se hacen y se deshacen en un instante.
No escaparé a ese beso,
porque es imposible escapar,
porque nadie ha escapado,
ni escapa, ni escapará.
Haga lo que haga,
cuando menos lo espere,
ese beso se posará en mí
deteniendo mis horas,
parando mi maquinaria,
deshaciendo mi esqueleto,
convirtiéndome en silencio,
ocultándome en el tiempo.
Del libro inédito El beso de la muerte de JOSÉ LUIS RUBIO
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