El obsequio que otorgas a tu hermano
va mucho más allá de la cuantía.
Se mide su valor por la alegría
proporcionada a ese otro ser humano.
Más te engrandeces cuanto más enano
te juzgue la pragmática jauría
que oculta el oro en lúgubre alcancía,
y al número declara soberano.
Dé el corazón, más bien que la cartera,
que es mejor el regalo de madera,
si agrada al receptor, que el dispendioso.
Y da aquéllos que tienen poco o nada,
porque iluminarás en su mirada
su reconocimiento silencioso.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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