Y aquellas florcitas
que mi madre
llamaba
"boca de conejo"
Puedo jurar
que las tuve
entre mis dedos
breves de entonces
y el nombre
le venía
como un guante
de medida.
No las he vuelto
a ver
ni a pensar en ellas
en todo este largo
adormecido tiempo
en que no supe de mí
como si hubiese
estado en un cono de sombras
y otro de llovizna.
Del libro Lluvia de marzo de
Jorge Isaías
Publicado en la revista deliteraturayalgomas
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