La luz de mi nostalgia hasta tocar las sombras se prolonga...
pero sigues ausente Diosa vestal que habitas el recuerdo
de una quimera marchita. Ahora tu silencio se incendia;
es lava que arde con urgencia por el diapasón de mi voz,
y con avidez felina, tu cintura danza entre las manos;
se hace expresión armónica que te improvisa ausente:
en cada movimiento la noche, presencia muda, nos vigila
y al alba en el corazón queda su frío como legado de escarcha.
Sobre el futuro tengo pendiente esa abdicación de mí
porque a través del litoral de tus labios, arrollador,
un océano de hiel se me desborda y anega lo sentidos:
son náufragos que buscan al poniente la orilla de tu carne.
Igual que un pálpito de inquietud la memoria siempre te regresa;
aquí, donde pájaros de espuma en mi sangre de arrecife
revolotean y desconozco la amplitud exacta de su vuelo.
Eres esa fuerza primigenia que al amanecer llega del sur,
se hace recuerdo único y vuelve a vestir mi piel con agua.
Me trae un río donde aún sobre el costado lloran sus adelfas.
En los temperos de tu cuerpo todo el amor profuso nace
y yo crezco con el ansia adolescente de ese mar que te posee,
cuando en un plenilunio de pasión tu nombre se desnuda
y en mi universo carnal como encelado amante se sumerge.
Rafael Bueno Novoa -Leioa (Vizcaya)-
Publicado en la revista Tántalo 65
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