viernes, 24 de agosto de 2012

UNA MIRADA AL FUTURO


Tras siglos combatiendo, probando sus artes y sintiendo el éxtasis del campo de batalla Ares decidió consultar a Demonice, la hija repudiada de Gaia y Leviatán, este repugnante reptil tenia la virtud de ver y mostrar el futuro. El señor de las guerras se adentró en los pantanos del Tanaro y se presentó en la cueva del engendro. Madre de las serpientes, ¿Cómo serán las gloriosas batallas que han de venir? Contémplalo tu mismo hijo de Zeus. La profetisa se retiró la capucha y de sus enormes ojos amarillos brotaron dos haces de luz y sobre el humo de la hoguera se empezaron a formar imágenes. Ares vio como las guerras se perpetuarían durante la existencia del hombre. Se sintió satisfecho con las que pronto acaecerían, caballeros con lanzas, escudos, arcos y espadas, los gritos, el fragor, la muerte y la vida… pero pronto vio como hombres carentes de fuerza empuñaban tubos que mataban a distancia, como arrojaban esferas que al contacto con el suelo desprendían gases amarillos acabando con sus enemigos, aparatos voladores que arrojaban cajas de metal y liberaban el fuego de Hefesto. El tiempo pasaba raudo ante su atónita mirada, líderes sebosos apretaban botones desde sus tronos y los pueblos eran aniquilados, mandaban a marionetas de acero a efectuar lo que ellos nunca podrían hacer, niños recién nacidos eran insertados en corazas con el poder del rayo y nunca podrían ser liberados de sus tumbas andantes… No hay honor en tales conflictos, no se mide el valor ni la fuerza, la victoria depende del oro y de la perfidia. Ares quebró su hacha contra las rocas de la caverna, arrojó su yelmo al suelo descubriendo su oscuro rostro, las lágrimas cubrían sus ojos incandescentes… si estas eran las guerras del futuro él no sería su dios.

Manuel Santamaría Barrios (España)
Publicado en la revista digital Minatura 120

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