— ¡No puedo atinar, Sargento! — ¡Hágalo, es una orden! El francotirador apuntó de nuevo y disparó una y otra vez, pero erró los dieciocho tiros. El diminuto objetivo continuó corriendo entre las ruinas de la casa y rescató a su muñeca. El Sargento agarró al subordinado del cuello, le presionó el pecho y el pecho se abrió. — ¡Aquí está el problema! Metió el brazo en las entrañas, quitó el fusible de cristal que contenía un humano quebrado y seco. En tres segundos instaló un fusible nuevo, cerró la abertura y rompió el fusible viejo contra el piso. —Ahora sí, soldado. ¡Dispare!
Claudio Leonel Siadore Gut (Argentina)
Publicado en la revistas digital Minatura 120
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Hace 19 horas
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