No estás en un rincón, pues abarrotas
el espacio interior que poseíste.
La íntima luz, la llama que encendiste
perduran a través de las derrotas.
A las zonas del alma más remotas,
ángulo oscuro, recoveco triste,
relegamos aquello que persiste
como inerte reliquia, mas tú flotas
sobre la entera superficie, ajena
a esta mágica, ingrávida cadena
que no logró quebrarse a tu partida.
Aún me colmas, me absorbes, me saturas,
y sigo, en mis gloriosas desventuras,
esposado en espíritu a tu vida.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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